La cría de cerdos templó su corazón. Desde que dejó la vida dura y las rústicas costumbres del pasado, es un hombre nuevo.
Se levanta a las cinco de la mañana y va al chiquero. Los cuenta, se asegura de que estén gozando de perfecta salud, les da de comer, les llena la pileta de agua, les saca piojos, los lleva a pasear o le corta la cabeza a alguno.
En la mirada se nota que no es el mismo. En la mirada y en los hechos. Ayer, por ejemplo, le dio un beso a su madre.
F.V.
La vida misma y otras minificciones
Belgrado, 2007
jueves, 13 de mayo de 2010
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